top of page
  • Satomi Motoko

Mañanita fresca en Calamocha, para variar, síndrome posvacacional tras la Navidad y un proyecto de gamificación basado en elementos del anime japonés bajo el brazo. Ese era el escenario en el que iba a presentar un juego en el que estaríamos inmersos durante tres meses. Había trabajado el arco argumental al detalle, dando sentido a cada elemento y relacionándolo de forma lógica con el currículo del módulo. No había sido fácil, ¿cómo coges la fabricación de alimentos derivados del huevo, la carne y el pescado, los mezclas con anime y elementos de la cultura japonesa y creas una historia medianamente coherente sin caer en el surrealismo friki? No me había quedado otro remedio que intentarlo. Ningún proyecto de gamificación que había revisado se adaptaba a mi aula y a mis objetivos, así que lo único que podía hacer era crear un juego de cero.

Las circunstancias tampoco eran las más propicias para desarrollar un proyecto de innovación. Disponíamos de lo que podrían llamarse "TIC de andar por casa": miniportátiles con Windows XP y conexión a Internet fluctuante (por utilizar un eufemismo) entre los extremos de lenta e inexistente. Para rematar, el número de alumnos que tendría en el segundo trimestre variaba entre nueve y "vete tú a saber". Algunos habían abandonando porque encontraron trabajo, mientras que otros iban y venían por motivos que darían para una novela que puede que algún día escriba. Llegar a clase cada día y no saber a cuánta gente tendrás es una experiencia en la que querría ver a ciertos gurús educativos que recorren las Españas iluminándonos. No caerá esa breva.

La cuestión es que ya no había vuelta atrás y había que presentar el proyecto que había ocupado mis vacaciones navideñas. Repartí el manual del juego, el código shinobi de comportamiento y me dispuse a proyectar el video de tres minutos con el que los alumnos iban a entrar en situación. Tras unos segundos de lucha con el programa de reproducción de video en un artefacto con apariencia de ordenador, esto fue lo que mis jóvenes shinobi vieron:



Los siguientes segundos tras la proyección reinó un absoluto silencio. Me pregunté si me habría pasado, ¿demasiado rápido? ¿Demasiado friki? ¿Demasiado demasiado? De repente, al fondo, una voz: "te lo has currado mucho, ¿no?". Bueno, pensé, fase de "impacto" completada, ahora, que sea lo que Dios quiera...

Ya me había tirado a la piscina de la gamificación, la cuestión ahora era si el agua se mantendría limpia y clorada o me hundiría en el barro. Presentía que los tiros iban a ir más por lo segundo, pero bueno, en los videojuegos te matan muchas veces hasta que aprendes a subir de nivel, así que... La batalla contra mis propios Akuma acababa de empezar.

Síguenos
  • twitter-logo

Únete a nuestra lista de correo

No te pierdas ninguna actualización

Buscar
Entradas recientes
Etiquetas
bottom of page